El amor otoñal no es un estigma… ni una obligación

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El amor otoñal no es un estigma… ni una obligación

El discurso oficial habla de un vuelco en las relaciones afectivosexuales entre las personas mayores. Se ha pasado, dicen los expertos, de considerar los noviazgos en la vejez como algo reprobable a cierta presión para que los ancianos se mantengan activos hasta en la cama. Y ni lo uno ni lo otro. La sexualidad debe vivirse en libertad a todas las edades, porque las necesidades (o la ausencia de ellas) siguen existiendo. Pero, lejos de esa teoría oficial, las relaciones otoñales siguen topándose con miradas impertinentes, apuros económicos para darse una escapada romántica o, quizá, insalvables oposiciones familiares. El caso de la duquesa de Alba, Cayetana Fitz-James Stuart, ha ilustrado estos días alguno de estos supuestos.

«Todo está cambiando, afortunadamente, pero la relajación de aquellas costumbres que disfrutan plenamente los jóvenes de hoy cuando llevan a la pareja a casa de los padres y duermen juntos no la tienen los ancianos», asegura Félix López, catedrático de Psicología de la Sexualidad en la Universidad de Salamanca. ¿Con qué cara mirarían los hijos y los nietos al abuelo si lleva una novia a casa y se encierran en su habitación? Una pareja de ancianos dándose un lote de besos de tornillo en el parque suscitaría miradas propias de un programa de cámara oculta. Si no de algo peor. «Aunque los hijos se hayan liberado, pensar en el deseo de los padres les cuesta», dice López. «En general, las relaciones entre mayores se ven como algo antiestético», dice Gerardo Hernández, profesor de Sociología de la Familia y miembro del grupo de Investigación en Gerontología de la Universidad de La Coruña.

Pero no solo el rechazo social frena estas relaciones. «Más que la edad, a veces influye la enfermedad y son la diabetes, los problemas cardiovasculares, los efectos secundarios de ciertos medicamentos los que ocasionan las dificultades», señala Alfredo Bohórquez, secretario de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG).

Sin embargo, estos achaques suelen ser, a veces, el desencadenante de la búsqueda de una relación. «Algunos se deciden a buscar pareja por seguridad. Se ven solos y temen que si se caen en mitad de la noche o se ponen enfermos nadie los encuentre hasta que sea tarde», explica Guillermo Garrigós, director del exitoso programa La Tarde de Canal Sur, que incluye un espacio de citas entre ancianos.

Una vez establecida la relación, viene todo lo demás. «El cuerpo no es de palo y cuando dos se quieren, duermen juntos y se dan calor, pasa lo que tiene que pasar», reconoce Conchi, una sevillana de 63 años. «Un gusto de vez en cuando no viene mal. Si cae uno al mes, uno, si dos o tres, mejor. Se escandalizarán, pero él [de 70 años] me ha dado ganas de vivir», añade.

Los datos avalan las palabras de Conchi. «Cerca del 75% de los hombres mayores de 60 años mantienen relaciones sexuales con periodicidad mensual y tanto hombres como mujeres mayores de 80 continúan con su interés por la sexualidad; un 20% está activo», dice Alfredo Bohórquez. «Que nadie piense que con los años el corazón se enmohece; el cuerpo pierde facultades, pero el corazón permanece inalterable, solo se es viejo cuando uno se siente viejo», cuenta Miguel, un alicantino de 76 años que conoció a su actual pareja en la página de citas eDarling. Su testimonio lo resume así el profesor Gerardo Hernández: «El viejo pierde el diente, pero no la simiente». «Después de todo, están sometidos a los mismos estímulos que todo el mundo, las películas, la literatura». Cuenta que el padre de unos conocidos suyos, ya mayor, con pérdida de oído, iba a ver cine porno. Cuando los hijos lo descubrieron ensayaron un reproche. «A ver, si no oigo tendré que ver, las otras no las entiendo», contestó el hombre.

Esa es una forma de sexualidad. Los expertos señalan que puede haber algunos cambios en esas edades. «Quizá hay menor frecuencia y las técnicas no son tanto la penetración, sino comunicación, afectos, caricias», dice Alfredo Bohórquez.

A sus 89 años, Vicente Valero lo atestigua: «Eso de la cama cambia, cuando uno es más joven piensa en tener hijos y en todo lo del disfrute, ya me entiende. Pero ahora yo lo que quiero es dormir calentito, unas caricias».

Pero no. A los laboratorios farmacéuticos no les basta con unos arrumacos. No, no. Mejor pastillas azules. «La que están dando con el envejecimiento activo. En el pasado se les negaba la posibilidad del sexo (la Iglesia católica, la sociedad, los hijos) y ahora parece que es obligatorio tener relaciones completas. Ellos se quejan. Yo siempre les digo que les engañaron las dos veces», asegura Félix López. «A nosotros nos gusta lo natural. Yo le animo y él funciona perfectamente», dice la sevillana Conchi para expresar su rechazo por los fármacos.

Pero el envejecimiento activo no es solo cosa de la publicidad en busca de inversiones extra. También los Gobiernos lo buscan con denuedo, en este caso por una cuestión de ahorro: si se retrasa el envejecimiento, también los problemas de dependencia. Pero todo tiene un límite. «Se está negando el derecho a envejecer y eso también hay que defenderlo», reivindica López.

El asunto de las relaciones entre mayores tiene un interesante ángulo de género. Ellas llevan la peor parte. «La figura femenina de una mujer vieja, desde el punto de vista erótico, está peor vista que la de un hombre viejo. Sobre ella siempre se proyectan mayores exigencias. Y es ilógico porque los hombres, objetivamente, pueden tener más dificultades con la erección, mientras que la sequedad vaginal se salva con un lubricante», afirma López.

Tradicionalmente, sobre todo en la España nacionalcatólica, el sexo estaba muy asociado a la reproducción. No había márgenes. Con esa losa conviven aún muchas mujeres, que una vez llegada la menopausia apagan su deseo. «Está peor visto que sean las mujeres las que tengan relaciones con parejas más jóvenes. Sin embargo, cuando es al revés, al hombre hasta se le sonríe de forma cómplice. Ejemplos hay muchos», dice Gerardo Hernández. Y tiene razón: Borges, Cela, Alberti, Julio Iglesias padre, que le dio un hermano al cantante, o el músico Andrés Segovia, por citar solo unos pocos. Los casos de las mujeres, sin embargo, se han convertido en un circo mediático a menudo: Sara Montiel, Marujita Díaz. Los chistes sobre la boda de la duquesa de Alba han incendiado la Red. Todos ellos se ceban con la edad de una mujer que le lleva casi 30 años a su marido. Y sin embargo, a pesar del estigma social, algunas mujeres que han encontrado una nueva pareja a la vejez, reconocen que ha sido una experiencia apasionante. «Llevaba cuatro años separada de un marido que me maltrató durante 35 años y un día decidí empezar de cero. Me fui a un piso de soltera y les dije a mis hijos que necesitaba una alegría. Y esa alegría ha sido Antonio», dice Conchi a sus 63 años. «Y yo que pensaba que me había casado enamorada la primera vez, esto sí que es amor». Los hombres también empiezan a liberarse de ciertos tópicos. Dice Vicente, el alicantino de 89 años: «Cuando ella se pone malucha lo mismo friego que le hago un huevo frito, eso de que los hombres buscamos una pareja para que nos haga la comida está ya muy antiguo. Yo me manejo bien solo».

A veces, la batalla más fuerte que deben librar estas parejas tardías está en su propia casa. Los hijos no siempre comprenden los deseos de sus padres y las cuestiones económicas se levantan como un muro infranqueable en ocasiones. La duquesa de Alba tuvo que repartir su herencia para sosegar a los suyos antes de ir al altar. A otros, con menos, les ocurre parecido. Pero eso también está cambiando. El director del programa La Tarde, en Canal Sur, reconoce que en los primeros años de emisión de su espacio de contactos entre mayores «costaba más que la familia lo entendiera, pero en el último año solo dos de los 500 mayores que han participado se han echado atrás por la oposición de sus hijos», dice Guillermo Garrigós.

En efecto, testimonios de lo contrario hay muchos: «Sus hijos y los míos están locos de contento; aquí nadie habla de herencias ni de celos, yo quise casarme con ella a mis 69», dice Antonio, el amor de Conchi.

El cambio de cultura que está operando ha alcanzado también a las residencias geriátricas, que facilitan el desarrollo de estas nuevas parejas. En el centro de mayores Vitalia, de Écija (Sevilla), cuando se forma una pareja se les proporciona un dormitorio común. Y en algunos otros centros hay espacios destinados a que los mayores hablen de amores. Áurea Fabios, de la residencia Vitalia, relata su «caso estupendo». «Llegué aquí hace unos tres años, le vi sentado y le dije que me guardara el bolso. No me fijé al principio si era guapo o feo, luego he visto que ni guapo, ni feo, atracativo. Me senté en sus rodillas. Ahora somos novios y nos echamos una siestecita como si fuéramos marido y mujer». Ella roza los 60 y él tiene 78. «Leí un libro que habla de sexualidad, no quiere decir que lo ponga en práctica, pero estamos estupendos últimamente. Me ha puesto los cuernos algunas veces, yo lo sentí muchísimo, pero ahora va bien». ¿Y él qué opina? «No lo sé, yo no estoy dentro de él. Bueno, un poquito sí», dice enamorada. «Las relaciones sexuales no son fáciles, se trabaja mucho, yo por lo menos. Tampoco hay que hacer el salto del tigre, pero vamos…», se ríe esta cordobesa.

La dificultad física para mantener sexo influye, pero cada quien se las ingenia. «Ellos buscarán la postura más cómoda, desde luego, pero que no quepa duda de que la relación afectiva puede existir como a cualquier edad».

La forma de ver la vida ha cambiado mucho. El poso con el que llegan ahora las personas a la vejez no tiene mucho que ver con el de sus padres. «Los jubilados actuales ya vienen de otra cultura. Se casan y se divorcian. En 2009, contrajeron matrimonio 4.400 parejas mayores de 60 años, por ejemplo», dice Gerardo Hernández. Ese mismo año se divorciaron casi 12.000 personas mayores de 60. «Hay que tener en cuenta que los que ahora tienen esa edad vieron con 30 la legalización del divorcio, han vivido con ello», recuerda Hernández.

Garrigós, de Canal Sur, sabe por la experiencia que le ha proporcionado su programa que «los mayores son ahora mucho más independientes». «Nos encontramos con personas de 90 años que tienen muy claro que quieren hacer su vida».

eDarling el El País: elpais.com/articulo/sociedad/amor/otonal/estigma/obligacion/elpepusoc/20111006elpepisoc_1/Tes